Home � Juan Ochoa Lopez , TURISMO � La poética modernidad de Chile
La poética modernidad de Chile
Posted by ASIDECLARO on 13:42 // 0 comments
Chile es una de las naciones de Iberoamérica que más ha potenciado su turismo gracias a la variedad de sus paisajes, que van desde los desiertos más áridos como el de Atacama hasta los hielos más fuertes como los de su Patagonia sureña. Además, en los últimos treinta años, su capital Santiago se transformó en una urbe de vanguardia arquitectónica, expansiva, sólida, que sigue extendiéndose al pie de sus cordilleras y que, a pesar del desastre del terremoto del trágico 27 de febrero de 2010, no ha perjudicado su imagen de capital turística sumamente atractiva para el visitante.
Santiago de Chile es una ensalada de imágenes que cada viajero, de acuerdo a su percepción o sensibilidad, desmenuza y graba en la memoria. Santiago es, por ejemplo, caminar por su Parque Forestal y llegar hasta su señorial museo de Bellas Artes. O admirar las fachadas francesas de la calle Dieciocho, que todavía resisten al tiempo y las polillas. Es devorar un pan marraqueta recién salido del horno o una cazuela de ave que te calienta el cuerpo en los helados inviernos de agosto. Y conversar con la muchacha de cabellos rubios del café Ikabarú, allí en Amunátegui o en Huérfanos, las antiguas calles chilenas repletas de leyendas.
Hace años, cuando el negro Miguel Piñera (hermano del actual Presidente) pololeaba con la Carlita Ochoa , todos los turistas se iban de “carrete” (de fiesta) por la calle Suecia o algunos acababan en un par de cabarets de la Portada de Vitacura, que ya la derrumbaron porque Santiago es así: crece en cemento y en concreto. Los alrededores de Barrio Suecia o de otra comuna interesante para la noche como es Bellavista, siguen ofreciendo alternativas de rock, cerveza y diversión. Además, hay que darse una obligatoria vuelta por la zona de artesanía, Pueblito Los Dominicos, unos maestros en obras de piedra, madera, plata, vidrio o lapizlázuli. Insuperables.
Para el turista peruano son atractivos los dos cerros chilenos, el Santa lucía y el San Cristóbal, por su paisaje tan especial y su contacto con el cielo y la naturaleza verde del Mapocho. Santa Lucía incluye castillo y escaleras de piedra y un cañón que dispara salvas para dar la hora. San Cristóbal ofrece estupendos jardines y un zoológico que hasta posee tigres blancos, lamentablemente enjaulados y que requerirían felinarios enormes. El San Cristóbal es un cerro realmente espectacular, un monstruo verde en medio de tan moderna urbe.
Pero si sus cerros son impresionantes, Santiago sí es humilde en sus templos y en sus pocas casonas coloniales, como la Casa Colorada o Museo de Santiago. Los templos chilenos carecen de la prestancia y el boato de los de Lima, México o Quito. Igual la casa colorada chilena, comparada con la de Torre Tagle limeña, es un edificio básico. De todas maneras, Santiago todavía recuerda en sus libros lo que fue la Capitanía de Chile, una villa alegre que, en el siglo XIX, levantó un palacio sensacional gracias a la minería (el magnífico Palacio Cousiño, aún en pie) y que, tras la guerra del Pacífico, se embelleció considerablemente como ciudad.
La capital chilena está a una hora y media del mar, del hermoso océano Pacífico que baña Valparaíso y Viña. No hay otro puerto en el mundo como Valparaíso, dada la expresiva personalidad de este bosque de cerros habitados y atalayas marinas, de callejuelas con tradición y un paisaje siempre dado a la nostalgia. Si no lo mató el cataclismo de 1906, entonces Valparaíso ya no muere nunca. Sabe a sangres dispersas de sus muchos migrantes europeos que se quedaron fascinados con su osamenta y anclaron en Chile, hechizados con ese magnetismo porteño que otras regiones chilenas no poseen. No es joya del Pacífico, es todo el cofre entero, Valparaíso de mi amor, como dice su himno.
Bien conectado en rutas terrestres y aéreas (Lan Chile le da al turista la ocasión de salir de Santiago en vuelos hasta el lejano norte chileno de San Pedro de Atacama, hasta el extremo sur de Puerto Varas o bien a la extraordinaria isla de Pascua) Chile siempre será una sorpresa. A veces gris, con gentes un poco adustas. Otras veces, con ritmo y pulso permanente. Como decía el poeta Jorge Teillier: “Todo pueblo tiene un ritmo, y el ritmo de Lautaro, mi pueblo natal, es el que le da el río y los trenes”. Eso es Chile. Río, trenes, aviones, historia, cueca. Y Valparaíso.
0 comentarios to "La poética modernidad de Chile"