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Huánuco, caballero nomás
Posted by ASIDECLARO on 12:18 // 0 comments
Hay un aire sutil en Huánuco, un no se qué, una ráfaga, una especie de duende que nos hace pensar que esta ciudad tiene algo fino, de filigrana, de buena cuna. Subsiste en sus parques, en sus mármoles o bronces, un vientecillo de nobleza lejana, que no es indio, definitivamente, y probablemente tampoco sea hispano. Huánuco posee eso inexplicable, que la distingue entre todas las ciudades del Perú: una armonía, un ancestro extraño, un sol tibio y amigo, fraterno, como si te conociera de toda la vida.
Ciudad luminosa, es la única que tiene un león de piedra en su entrada, cerca al río Huallaga. El león de Huánuco es un símbolo mágico: está en el escudo de Inglaterra, ruge en las ciudades nobles y le da personalidad a los pueblos. Huánuco tiene eso: el imperturbable señorío del león en la sabana, que está solo y espera. No es ciudad serrana, tampoco selvática, no es costa, no hace frío excesivo ni tampoco sol asfixiante. Es única, ubicada geográficamente entre dos mundos, la helada Cerro de Pasco y la tropical Tingo María. Mil ochocientros metros de altura, perfectos para el hombre, para el trabajo, para el amor y el sueño. Eso es Huánuco.
La ciudad se ha poblado de gente joven…y de discotecas a orillas de su laguna símbolo, la Viña del Río. Por las noches, la música rock y cumbia brota del “Kilombo”, del “Macondos” y del “Boom”, mientras cientos de chicas y muchachos bailan, beben cerveza y devoran hot dogs con mayonesa o juanes de un nuevo sol. Pero por más que algunos ansían ser “pirañas”, no pueden. Aún en la pobreza, no hay sordidez en Huánuco. Aún en la marginalidad subsiste ese duende que no los rebaja a lo grotesco o pandillero.
En el centro de la ciudad, en el Huapri, el café más famoso de la urbe, o en El Trapiche, el bar de buenos macerados en aguardiente de caña, las chicas huanuqueñas ríen con una ternura inexplicable, con esa saludable franqueza que sólo se halla en esta ciudad tan rara y, por misteriosa, tan seductora. A simple vista se percibe que ésta es ciudad de Huánuco es ciudad de mujeres guapas, bien puestas, fachosas y mágicas. Las he visto caminar por los antiguos jirones, por Dámaso Beraún, por Huallayco, por Dos de Mayo, en los internet de Abtao, en la pollería broster más sencilla, tomando un jugo surtido con huevo en la mañana o unas mollejitas fritas por la tarde. La huanuqueña es notoria, es cuestión sólo de aguardar que aparezcan y que todo lo embellezcan con la mejor de sus sonrisas, como aquella de la joven modelo adolescente Lucianita Fernández, una guapísima niña huanuqueña que hizo casting en Lima para la academia de Marina Mora.
San Sebastián es su iglesia más bonita. Es azul y sabe a tradición. La San Francisco también es interesante, vecina del soberbio colegio Leoncio Prado, héroe huanuqueño. La catedral de la plaza de Armas posee un diseño contradictorio. Fue hecha en los años sesenta, cuando la moda arquitectónica estaba influida por el modernismo de Brasilia, la capital vanguardista del Brasil. Lo valioso de este moderno templo es que dentro descansa el señor de Burgos, el Cristo rey de esta ciudad. Es una talla magnífica y milagrosa, bien esculpida. Como de buena factura lo es el balcón colonial de Huánuco, que debe tener tres siglos, calle Dos de Mayo, heroico cajón de madera sobreviviente del pasado.
El Grand Hotel Huánuco, junto a la catedral, está bien puesto, de hechura armoniosa, deliciosa comida y elegante arquitectura. El Real Hotel, de doña Luzmila Templo, es también otro edificio sólido, como su dueña, empresaria aguerrida y huanuqueñísima. Hay mármoles italianos finos en la Municipalidad del alcalde Koko Giles, especialmente el “Júpiter niño jugando con la cabra Amaltea”, basado en el original de Bernini. Es una bellísima estatua que nos demuestra que sólo en una ciudad culta como Huánuco uno podría encontrar a la mitológica cabra “Amaltea”, la nodriza del Dios de los griegos, en los jardines de la Municipalidad.
No es raro. A la entrada del cementerio de la ciudad, reluce- un tanto descuidada – una tumba de mármol italiano semejante a la base del célebre mausoleo del Halicarnaso. Allí reposan los restos de la dama huanuqueña Mercedes Lafosse Echegoven de Sara, muerta en 1926. La revisamos y por la calidad del mármol de Carrara y la antigüedad de su manufactura, podríamos tasarla fácilmente en 50 mil dólares. Es una de las tumbas más finas del Perú, sin duda alguna, aunque deberían pulirla. Y hay lápidas viejísimas en ese camposanto, de carísimo mármol italiano, que demuestran el exquisito gusto de las familias antiguas huanuqueñas. ¿O acaso no saben que la cultura de un pueblo se mide en sus cementerios?
La tarea de Huánuco es, hoy, cuidar su río Huallaga. Hermosearlo y castigar severamente a quienes lo ofenden o maltratan. Los ríos son la sangre de las ciudades. Sin ellos no hay vida, no hay pulso. Y este Huallaga es como Huánuco, río caballero, decentísimo, que luego se hará fuerte y gigante selva abajo hasta irrumpir en Tingo María primero, en San Martín después y finalmente en Yurimaguas, Loreto, donde desemboca en el Marañón. Huánuco y su Huallaga, Huánuco y su poderosa sopa denominada Locro de Gallina, Huánuco y su exquisito aguardiente de Cachigaga, Huánuco y su viento tranquilo tiene que continuar siendo una de las ciudades más seductoras y apacibles del Perú. Hay mucho por trabajar, entonces. Porque en Huánuco, las únicas manos que deben quedarse cruzadas son las de Kotosh. El resto, a trabajar…y a limpiar y hermosear el río.
Escribe: Juan Ochoa Lopez
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